No le tenía miedo a nada a pesar de que las calles estaban todas oscuras, excepto por algunos faroles encendidos que alumbraban ciertas zonas de las cuadras que recorría, veía todo muy claro.
Cada tejado era diferente. Uno más alto que el otro, pero no eran problema, un pequeño esfuerzo con las piernas y, con los brazos que estaban en movimiento hacía unos pequeños/grandes aventones hacia arriba, los terminaba alcanzando.
Mis pies y manos ni yo los llegaba a ver. Se convertían en una mancha borrosa con los colores de mi piel mezclados con los de la ropa que llevaba puesta.
Cuando llegaba a un edificio, tenía que rodearlo. Pero eso no me detenía. Podía ver las grandes construcciones a más de dos cuadras de distancia. Claro que en un día soleado cualquiera lo hace, pero intenta verlas de noche, con lluvia y niebla. Y al terminar de correr por los techos una manzana creerás que bajaba en la esquina y volvía a subir. Si es así no acertaste. Con un simple salto de un techo a otro, que lo separaba el ancho de una calle, bastaba.
Yo lo que hacía era correr, correr y correr. Ni sabía a dónde me dirigía. La adrenalina me guiaba hacia lugares que nunca había visto antes, y eso que, creí yo, seguía en mi ciudad.
¿Cuánto tiempo había pasado? Gracias a la emoción que tenía en ese momento ni me había fijado, pero lo que sí tenía en claro, es que me había alejado bastante y estaba perdido.
Comencé a frenar.
No me había dado cuenta, hasta en ese momento, que de tanto correr me había acostumbrado a que las pequeñas gotas caigan con más furia sobre mí por culpa de la velocidad porque, al frenar, cedieron fuerza y comenzaron a acariciarme la piel y dejándomela fría y sensible.
Revisé el lugar por si había gente y, como no había ni un alma, bajé del techo en el que estaba que, por haberlo hecho con tanto silencio, llegó a parecerse al sonido sordo que hace un gato al caer. Claro que se oyeron el golpe de las zapatillas contra el concreto en vez de las finas patas de aquellos felinos.
¿Dónde estaba? Miré a mi alrededor buscando alguna señal, algo que conozca y me ayude a ubicarme. Nada. Sin saber qué hacer, ya que no llevaba mi celular encima, comencé a caminar sin dejar de observar las casas, las calles, los árboles…
Llegué a una especie de callejón, sólo que no tan largo, y divisé a alguien acostado bajo una caja de cartón.
Sabía que no era buena idea pedirle indicaciones a gente desconocida, y menos a alguien como él o ella (no sabía muy bien qué sexo era), pero, ¿qué otra opción tenía? Estaba perdido y la única persona que encontré después de unos largos minutos en una noche lluviosa como esa fue aquella.
Me acerqué con pasos inseguros, dudando en seguir avanzando o no. Pero lo hice de todos modos.
Aquel lugar apestaba a suciedad —y con suciedad me refiero a basura, a porquería y esas cosas— y al acercarme noté que era un señor… que apestaba diez veces peor que el callejón. Y también descubrí que estaba durmiendo, así que creí que sería mejor no molestarlo.
Cuando di media vuelta para volver por donde vine escuché que se movía y que el cartón crujía bajo su peso. Luego oí que se desperezaba y acto seguido me vio ahí parado.
—¿Qué quieres, mocoso? —Tenía la voz gastada y un olor a rancio dentro de su boca. Me dieron ganas de vomitar. Malditos sentidos.
—Eh —dudé de nuevo si irme o preguntarle lo que me había propuesto anteriormente. Opté por preguntar, total, aquel hombre no parecía peligroso y, en caso de serlo, no tenía oportunidad contra mí, aunque no me aprovecharía de aquel tipo—. ¿Conoces algún tipo de barrio privado donde hay casas grandes y lujosas?
—Mmmh —pensó con voz ronca—. Sí.
Esperé a que me dijera por dónde se encontraba pero no lo hizo. Levanté las cejas exigiendo que hablara.
Frunció el ceño fingiendo estar confuso.
—¡Aaah! —dijo sarcásticamente—, ¿quieres que te diga dónde queda?
—Eso es lo que esperaba —le contesté con amargura.
—Ja, ja, ja —rio escandalosamente—. Nada es gratis en esta vida, muchacho. Regla número uno.
Estudié con la mirada su ropa, su aspecto, su situación.
—Eso veo —contesté con ironía.
Eso lo molestó pero no quería perder su cliente. Yo sabía lo que tramaba, quería algo a cambio. Pero no me atreví a replicarle nada, esperé pacientemente a que lo pidiera. Si así era, no sería amable con él. No tenía por qué serlo.
—Mira estos pies —me dijo con voz penosa señalándomelos—, están un poco fríos, ¿no crees?
E hizo una sonrisa maliciosa enseñado sus putrefactos dientes amarillentos y picados.
Eso era lo que quería, mis zapatillas… y dudé que tampoco quiera mis medias.
El suelo estaba demasiado frío como para ir descalzo. ¿Debía dárselas? Tonto por haberme alejado tanto, ahora ni sabía cómo regresar… Amy me mataría.
Suspiré.
—¿Sabes qué? Olvídalo —No le daría nada a aquel vago, ni se lo merecía.
Me dirigí hacia la salida del callejón con la esperanza de encontrar a alguien más que pudiera darme indicaciones… aunque iba a ser bastante difícil.
—¡Ey! ¡Vuelve aquí, niño rico! —me gruñó amenazándome.
En ese momento me sentí más poderoso, sin miedo, él debía temerme pero no sabía nada sobre mí. Decidí darle una advertencia.
—Mejor guarda tus palabras —No quería sonar demasiado confiado, creí que con eso bastaría. Pero el pobre hombre, tan terco, tuvo que contestarme.
—Escucha, malcriado —dijo adoptando el papel de algo así como un padre o figura responsable—, para empezar dejarás ese tono de niño consentido que tienes y no te irás de aquí tan fácil.
Comenzó a ponerse de pie dificultosamente. Al oír hacer eso, me di vuelta y me posicioné firme con los puños cerrados. ¿Con que eso quería? Eso tendrá. ¿Acaso no notaba el que yo no le tenía miedo? Mi postura… ¿nada? Tal vez no sé intimidar, ya que nunca antes lo había hecho. ¿Era eso? No, no podía ser eso. Algo más… No era yo, era él.
¿Será que tenía algo bajo la manga? ¿Aún así podría herirme?
Llevó una mano detrás suyo con los dedos separados listos para sujetar algo. Al haberlo hecho, rápidamente me enseñó lo que era llevando el objeto a la altura de su abdomen. Una cuchilla con filo brillante. Las gotas resbalaban por ella sin miedo a cortarse y dividirse… pero yo sí.
La sangre se me heló. No debía haberme metido ahí. ¿Cómo iba a saber yo que ese tipo tenía algún tipo de defensa? ¿O que siquiera que se enfadaría? Viejo loco. En parte sabía que no corría peligro alguno… bueno, que yo podía acabar con él fácilmente, o eso creí. Y por otra parte, no me había acostumbrado a esto, sentí el mismo terror que una persona cualquiera en mi caso.
Se me ocurrió salir corriendo, claro, pero no lo hice por dos cosas: primero, porque el viejo vería lo que puedo hacer y eso no sería bueno, ya que, según yo, porque Amy no me había hablado en específico sobre ese tema, él lo sabría y existía la posibilidad de que eso se esparza o yo qué sé. Segundo, no quería eso… en cierto sentido. Seguía con las mismas ganas de liberarme y esta era una oportunidad. En ese momento no sopesé los resultados de aquello, pero no me importaba. Por primera vez me ponía en el lugar de malo, pero algo mucho más malo de lo que creí. Algo mortal. Nada me importaba. Yo era un cazador y él, mi víctima.
Soy la primera en comentar, me siento importante :)
ResponderEliminarComo ya te lo he dicho ME ENCANTA la historia, expresas tan bien tus ideas que es como si te transportara a ese mundo que creas.
I N C R E I B L E ! !
Jajaja, sentite importante (? Gracias!
EliminarNoo! Logan será atacado por el vago que vive debajo de mi cama! D: (sabía que no deía dejarlo pasear libre a las 2 de la mañana ¬¬)
ResponderEliminarMe encanta!!! Tu historia es demasiado genial! (aunque creo que ya dije eso antes,no? xD) Máááááássss!!! Yo quiero máááááss!!!
PS: Noooo logaaaan!!! no mates al vago! te sentiras mal luego!!!
AAAAAAAAAAAAAAJAJAJAJAJ. Veremos, veremos...
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