domingo, 6 de mayo de 2012

Capítulo 5 — Entrenamiento — Parte 3.

Luego de hablar un rato con Drew y mirar un poco de TV, aunque ni siquiera la vi, me la pasé pensando y aburrirme a mares mientras Amy estaba haciendo no sé qué cosa en su habitación, en la cual no podíamos ni asomar la cabeza, llegó la noche.

No sabía si Amy pretendía alimentarnos o qué. Pero yo tenía hambre, entonces fui a la cocina de esas que están en la tele y parecen cocinas gourmet, y empecé a revisar.

Encontré varias cosas, como carne, verduras, lácteos, jugos, pastas, etc. Me preparé algo bien simple como unos macarrones con salchichas. Drew no opinó, así que cociné para los dos.

Digamos que no soy un chef ni nada por el estilo, porque la pasta se me pasó un poco y quedó media fea. Pero en lo demás no hubo problema… ni que fuera tan difícil hacer salchichas.

Nos sentamos en la mesa para desayunar que estaba en el centro de la cocina y comimos.



—¿También estás impaciente? —me preguntó Drew mientras se metía comida a la boca.

—¿A qué te refieres? —le pregunté.

—A mañana. Para descubrir en verdad de lo que somos capaces —dijo en tono de obviedad.

—Ah —Comprendí—, sí, por supuesto.

La verdad era que ni había pensado mucho en eso desde que probé mi don con Amy. Luego de entrenar más y de estar totalmente listo podría tal vez, sólo tal vez, vencer a Amy en una pelea. No dejaré que a una niña le quede en la conciencia de que le ganó a un chico. No, señor. No perdería mi orgullo.

Terminamos de comer —ni siquiera se nos ocurrió lavar las sobras—, tomamos nuestras mochilas y fuimos al piso de arriba —ya que habíamos registrado la planta baja y no tenía habitaciones—.

Al llegar había algo así como una sala que tenía sillones, bibliotecas, una súper computadora y dos grandes ventanas que daban al patio trasero, en el cual habíamos probamos nuestras habilidades con Amy. De la sala salían cuatro puertas. Una que supusimos que era la de Amy porque estaba cerrada y por la cerradura salía una luz amarilla. Otra tenía una habitación con dos camas contra la pared izquierda divididas por una mesita de noche con una lámpara sobre ella, a la derecha había un ropero que estaba en la pared, de esos que van dentro de ella y, si seguías derecho como entraste, había una ventana con vista a la calle acompañada de una computadora como la que vimos anteriormente.

La puerta de al lado de ésta habitación era un baño gigantesco con dos espejos: uno para peinarse, cepillarse los dientes y esas cosas, y el otro era uno que llegaba del suelo hasta el techo y era tres veces mi ancho. Una pared dividía esta parte con la zona de la bañera, ducha… y no entremos en detalles.

La otra puerta era otra habitación parecida a la anterior, pero sólo que la vista era hacia el patio trasero y las dos camas que había eran cuchetas en otra posición.

Con Drew escogimos la primera y estaríamos ahí los dos.

En sorpresa nuestra, el ropero, que estaba dividido en dos como un espejo, estaba lleno de ropa. La parte derecha del ropero era toda para Drew, porque ¡oh, casualidad!: todo le quedaba perfecto y el lado izquierdo estaba hecho a mi medida. Eso debió ser obra de Amy.

No me quejé, porque no tenía nada de ropa y unas cuantas nuevas prendas no venían nada mal, en especial si eran como esas, o sea, geniales.

Nunca me atrajo mucho el tema ese de vestirse a la moda y cosas así, pero aquello era incomparable. Ahí al menos tendría que haber quince camisetas, diez pares de diferentes jeans, como cinco pares de zapatillas —tanto Nike, Adidas como All Stars, Vans, náuticas, etc— y chaquetas de cordero, cuero...

En fin, era la habitación que siempre quise… bueno, no, pero digo eso porque ¡es sensacional!
Luego de que hayamos escogido qué cama sería para mí y cuál para Drew, nos probamos unas prendas que sean cómodas para dormir y desempacamos nuestras muy escasas pertenencias que traíamos con nosotros. Mi mochila tenía unos libros de texto, cartuchera, el cargador de mi celular y nada más.

Drew se enchufó inmediatamente en la computadora y comenzó a hacer quién sabe qué, mientras que yo estaba sentado en mi nueva y muy cómoda cama.

Pasados unos minutos, yo ya estaba escuchando música con los auriculares de mi celular y Drew habló.

—Bueno —dijo mientras presionaba el botón de apagado de la máquina y hacía hacia atrás la silla—, ya me entró el sueño y creo que me voy a dormir.

—De acuerdo —coincidí con él y mientras me quitaba los auriculares agregué: —, yo también.

Dicho lo último, apagamos las luces, como hacía calor encendimos el aire acondicionado y cerramos los ojos.

Calculé cinco minutos, que ese fue el tiempo que le llevó a Drew quedarse completamente dormido porque, pasado éste tiempo, comencé a oír sus profundas respiraciones. A mí, en cambio, me costó conciliar el sueño. Mientras tanto me había dedicado a pensar en muchas cosas, nada específico. En que mis dones ya debían de estar completos o casi completos, en mi futuro que no había imaginado ni en un millón de años, en mi madre, en que abandonaría mi vida tal cual era y comenzaría una nueva, en si algún día esto acabaría —y pensar que era sólo el inicio—, Drew, Amy y yo seguiríamos juntos pase lo que pase y así hasta conciliar el sueño.

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