—¿Hablas en serio? —preguntó Drew.
—No interrumpas —lo reprendió ella y luego continuó dirigiéndose de nuevo a nosotros—. Son especiales, les explicaré el por qué de todo esto, les enseñaré a luchar, sobretodo luchar. Eso es lo que tendrán por un tiempo y lo más importante son ustedes, tienen que sobrevivir.
»Escuchen, ustedes son los únicos que quedan de su raza. Niños especiales, existen desde hace ya muchísimo tiempo. Los dones surgen a una edad aleatoria, ya tengan cinco o veinte años, aunque siempre entre esas edades. Ustedes están como conectados, digámoslo así. Por eso sus dones surgieron juntos.
—Espera —interrumpi—. ¿Cómo sabes que nosotros tenemos dones? —pregunté.
—Verás, cuando los dones aparecen no lo hacen de una, sino que comienzan a potenciarse de a poco hasta alcanzar su punto máximo.
—¿O sea, que yo ahora mismo tengo un don? —preguntó Drew.
—Elemental, mi querido Drew —contestó Amy—. El tiempo aproximado que tiene un don en llegar a estar completamente formado es de una hora a un día, luego que de aparezcan los primeros indicios, como problemas en el control de ira. Así que supongo que ustedes ya tienen su don algo desarrollado —Amy estudió la expresión de Drew—. Sí, ya haremos unas pruebas.
—Genial —dijo entusiasmado.
—Espera —los detuve pensando un poco—. Recuerdo que Drew me preguntó cómo hice para correr tan rápido. O sea, que…
—… que tu don es la velocidad —completó Amy.
Me estremecí entero, hasta partes que no sabía que podían hacerlo.
—¿Soy… rápido? —pregunté sin poder creérmelo.
Asintió.
—¿Y yo? —preguntó Drew.
—Me gustaría que lo veas y compruebes por ti mismo, Drew.
Esto era genial. Esto no podía ser cierto… aunque, ¿era cierto?
—¿Por qué estamos aquí?
—Ah, sobre eso, tranquilos —contestó Amy—. Aquí estaremos bien por un tiempo, los barrios como éstos no son creados por cualquier cosa. Son especiales para gente como ustedes, tienen un campo que los esconde por un determinado tiempo. Recuerden, les enseñaré a pelear antes de que llegue el momento de hacerlo de verdad. Lo que pasa… es que son novatos —dijo en aire egocéntrico.
—¿Lucharemos contra ti? —preguntó Drew sin poder creérselo—. ¡Já!
—Ya verás, niño feo —replicó Amy.
—¡Ey! ¿A quién le dices feo?
Drew se comporta como un niño mimado a veces. Pero el que lo haga no termina bien.
—Bueno, Drew, cálmate —y entonces me dirigí a Amy—. ¿Cuándo dijiste que somos los últimos de nuestra raza… qué sucedió con “los otros”?
—Buena pregunta —me apoyó Drew.
—Bueno… —Amy se mordió el labio.
Puse los ojos como platos. Significa eso que los otros como yo han… ¿muerto? ¿Terminaremos como ellos?
—Descuida, Logan —dijo como leyéndome el pensamiento, aunque creí que sí lo había hecho—, no les sucederá nada, como dije antes, ustedes son especiales. Los entrenaré y ayudaré lo mejor que pueda.
Suspiré. Pero no fue un suspiro de alivio, sino más bien de nervios.
—Está bien, no pesaremos en eso por ahora, ¿verdad, Drew? —dije dirigiéndome a él, pero no estaba—. ¿Drew? —lo llamé en voz alta—. ¿Dónde estás?
—Me aburrí —escuchamos desde la sala del televisor.
Amy y yo fuimos hasta aquel living y lo encontramos a mi amigo mirando televisión sentado en un sillón largo.
—Wow, éste tele es genial —dijo Drew.
Amy atónita dijo:
—Bien, si tanto te aburre mi explicación, niño feo, vayamos al patio trasero, quiero que veamos algo.
Luego de lo que nos… o bueno, mejor dicho me contó Amy, supuse que ese “algo” era especial.
—¿Nuestros dones? —preguntó Drew envarándose sobre el sofá.
—Exacto.
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