Luego de volver al interior de la casa, le conté a Drew mi reciente experiencia —que fue de lo más asombroso, la velocidad que puedo llegar a alcanzar, la sensación de poseer aquella velocidad propia—.
No podía esperar hasta el día siguiente para estar completamente listo. Más fuerza, mucha más rapidez, sentidos más desarrollados… esto era cosa de historietas.
Amy nos anunció que había llegado la hora de practicar luchar.
Drew estaba, prácticamente, saltando de la emoción. Por lo que noté, tenía ganas de liberar toda aquella fuerza que contenía hasta no poder más.
Me pregunté si eso no sería alguna clase de efecto el querer usar hasta desgastar nuestros dones. Sentía que aquella adrenalina que notaba recorriendo cada extremidad de mi cuerpo necesitaba descargarse. Lo que acababa de correr no fue suficiente, ni un poco.