Capítulo 8 — Huida — Parte 1.

Sí, eso sería divertido. Pelear contra mi amigo sería una buena idea. Aunque mucho todavía de armas no sabíamos, pero anoche, hablo por mí, descubrí que soy capaz de defenderme, así que supuse que él también. Era un instinto. Se podría decir que lo llevamos en la sangre o algo parecido, todavía no entiendo muy bien aquel asunto de por qué a nosotros. Tal vez era cosa del destino, creo yo.

De todas maneras, supuse que Amy tenía en mente que nosotros lucharíamos sin ningún tipo de arma. ¿O sí?

—Espera —dije antes que nada—, ¿estás diciendo que pelearemos armados? O sea, ¿Drew con un arma de filo capaz de matarme?

Drew levantó una ceja reflexionando sobre eso.

—¿Cómo prefieren? —nos preguntó con indiferencia.

—Yo creo que por el bien de ambos, hagámoslo a puñetazos y patadas —dije con ademán seguro de mí mismo.

—Muy bien. —Y dicho esto fue y se sentó al lado de Jack mientras yo iba al encuentro del Drew. Al haberse sentado al lado del perro, éste se acercó a ella y se metió entre medio de sus piernas ya que ella las había cruzado—. ¿Y bien? —Le preguntó Amy a Jack—. ¿Por quién apuestas?

Drew soltó la espada y se alejó unos pasos de mí para comenzar con cierta distancia.

Cuando me expuse de nuevo al sol, porque donde estaba sentado tenía cierta sombra que me proporcionaba el muro que limitaba el patio, me había entrado a sudar de nuevo. Me pasé una mano por el rostro secándomelo.

—Comiencen —nos dijo Amy.

No sabía si atacar primero o… Lo que pasa es que no me visualizaba a mí mismo luchando contra Drew. Si mi memoria no falla nunca quise siquiera enojarme con él ni nada parecido. Pero bueno, sí tenía un pretexto para hacerlo; era sólo un entrenamiento.

Drew corrió hacia mí sin esperar alguna señal de mí. Trató de golpearme con la derecha pero no me arriesgué a detenerlo por miedo a que me partiera el brazo en cinco partes, así que me agaché pero no antes de haberle puesto la pierna para que se cayera. Se dio la cara contra el césped mientras yo estaba girando para volver a encararlo. Se había parado, y esta vez sin correr de nuevo hacia mí porque estaba a su alcance, y trató de ensartarme de nuevo con la derecha, pero yo se la tomé e hice algo que había hecho con Amy; giré sobre mí mismo rotándole el brazo sin darle más opción que darse la vuelta. Ahí lo sujeté con ambos brazos esperando a que se rindiera, pero olvidé una cosa: tenía fuerza.

Levantó los brazos con una sencillez tan increíble que, a pesar de toda mi fuerza empleada, se liberó de mi enseguida. Aprovechó ese escaso momento en el que tenía los brazos levantados y me golpeó, más bien empujó, con ambas manos tirándome hacia atrás. Caí con el trasero como dos metros hacia atrás y noté que me había quitado todo el aire. Sentí un vacío en el pecho por falta de oxígeno; tomé una bocanada rápida de aire y me paré en un tiempo que parecía no haber existido y me dirigí hacia Drew. Al estar cerca de él me agaché y lo tomé por las piernas levantándolo por mi hombro derecho haciendo que diera una vuelta y se estampara contra el suelo. Sin perder tiempo, volví y lo tomé del brazo mientras estaba en el suelo para levantarlo y acabar con él, pero con la izquierda alcanzó mi dorso derecho —debajo de mi axila—, aunque no me dolió como esperé. Tal vez se debió a la energía que estaba empleando en ese momento que me brindó un poco de adrenalina y me hacía sentir menos los golpes o también por el hecho de que no salí volando como creí. De todos modos, no me preocupé si me había hecho algo grave, lo pateé en la espinilla consiguiendo que bajara la guardia para poder hacer un gancho directo a su barbilla.

Mi nueva fuerza logró que ese golpe pudiera levantarlo del suelo y que se caiga hacia atrás mientras que su cuerpo formaba una curva. Pero Drew fue listo, utilizó ese movimiento para golpearme con su pierna, mientras iba cayendo, en el mismo lugar donde yo le había atacado. Conclusión: ambos acabamos tirados en el suelo.

La patada en la mandíbula me dejó muy dolorido y también a Drew, porque pude notar que él también yacía descansando en el césped.

Jack había empezado a ladrar. Amy se acercó a nosotros tendiéndonos una mano a cada uno para ayudarnos a levantar.

—Auch —dijo Drew mientras se ponía de pie—. Eso me dolió.

—¿Y a mí? Linda patada me diste en la pera —contraataqué sujetándomela tratando de apaciguar el dolor—. No me habrás roto nada, ¿no? Siento que un poco más y no podré mantenerla cerrada.

Jack vino corriendo hasta mi lado dándose uno, dos, tres tropezones en el camino para que lo acaricie pidiéndomelo restregando su cabeza contra mi pierna.

—Ya, dejen de quejarse, niñas —nos reprendió Amy.

Me agaché y tomé a Jack en brazos, por lo que comenzó a mover la cola y a lamerme el rostro.

—¿Dónde te duele? —me preguntó Amy.

La miré perplejo como si esa pregunta fuese un chiste. Ella suspiró pesadamente y presiono su palma sobre toda mi mandíbula haciendo sanar el dolor. Al haber acabado con esa zona, presionó sobre mi dorso, en donde estaban mis costillas, del lado derecho. Había hecho lo mismo que hizo la primera vez, cuando estábamos en su limusina y yo me había lastimado en el partido de softbol.

—Genial —dije abriendo y cerrando la boca para fijarme si quedaba algún rastro de herida o algún dolor. Pasó a posarse en frente de Drew, que le dijo unos pocos lugares que estaban amoratados. Y como si fuera de esperar, al haber acabado con aquella tarea de sanación o lo que sea, éste comenzó a tocarse emocionado y asombrado por no sentir más molestias ocasionadas por mí.

—¿Tienen hambre? —nos preguntó.

—Sí —contestamos al unísono.

—De acuerdo. Vamos.

Entramos a la casa y Amy nos dijo que prepararía el almuerzo, que por cierto nos habremos pasado unas horitas de cuando deberíamos haberlo tomado, entonces ambos, sin saber qué hacer, fuimos a nuestro cuarto.

Abrí la puerta primero y entré. Me senté en el borde de mi nueva cama y apoyé a Jack en su cómodo almohadón, pero a penas lo solté se salió y comenzó a morderme en jean pidiéndome que lo suba para estar conmigo. Lo dejé al lado mío y él se acurrucó contra mi regazo.

—¿Y ahora? —preguntó Drew—. ¿Ahora crees que podríamos lograrlo? Por mi parte creo que tenemos gran ventaja de nuestra parte. Y me acabo de dar cuenta hoy. ¿Has visto cómo lo hemos hecho en tan solo un día de entrenamiento? ¡Recién hoy tendríamos que habernos familiarizado con los instrumentos! Pero lo hicimos mejor que eso, y estoy seguro de que, con el tiempo, podremos con casi cualquier cosa. —Los ojos de Drew se habían comenzado a iluminar imaginando todas nuestras posibilidades. Y lo admito, era bastante bueno al dar esos tipos de discursos. La verdad es que te levantaba el ánimo.

—Puede ser… —comencé, aunque luego fruncí el ceño y agregué con un poco más de entusiasmo: —. Qué digo. ¡Somos increíbles! —dije alzando la voz entre risas.

Drew rio conmigo.

—Sé tan poco como tú sobre lo que Amy dice que tendremos que enfrentar en un futuro. Y bueno, convengamos que no nos platicó tanto sobre el asunto. Si es por mi falta de prestar atención, que está presente casi todo el tiempo, solamente sé que lo que vi luchar contra ti era “novato” o algo por el estilo. —Y dicho esto otra idea ocupó su mente por lo que rápidamente dirigió de nuevo su mirada hacia mí—. Por cierto, aquella pelea fue increíble.

—Sí, me lo habías comentado —le recordé con una sonrisa.

—Da igual —dijo sin darle importancia—. ¡Fue toda una escena de acción! Aunque eso sí creo que te lo dije. Pero de veras, peleas excelente, Logan. En el momento cuando corriste como Flash hacia aquella casa y trepaste la pared como un animal, que no sé cuál usar como ejemplo ahora, ¡era donde Amy y yo nos encontrábamos! Nos corrimos con el fin de que no nos descubrieras viéndote pelear. Y el sujeto con la espada: uy, ese sí que me ponía nervioso. Cada momento en el que le esquivabas un golpe yo le pedía a Amy que vayamos a ayudarte pero siempre me contestaba “dejémoslo solo, él puede” y cosas así… y no se equivocó. —Asintió ante su propio recuerdo.

—¿Te digo la verdad? No sé cómo lo hice. Simplemente tuve el instinto de protegerme como cualquier otra persona…

—Puede ser, pero no cualquiera hubiera podido defenderse como tú —agregó.

—O como tú —rematé.

Drew bufó pero luego sonrió.

—No sé si recuerdas bien lo que acaba de pasar hace unos minutos —dije—. Tu forma de pelear es en verdad genial. Te defendías increíblemente, ni te parecías a ti. Golpes que nunca había previsto que harías me daban en lleno y ni te imaginas como me comenzó a doler cuando el entrenamiento acabó, hasta que Amy nos… curó —añadí al final dudando de cómo eso era posible. Aunque en estas circunstancias, si yo fuese a explotar en ese momento, tampoco sería algo de lo que debiera sorprenderme—. Entonces, ¿en qué quedamos?

Drew pensó.

—Ambos somos geniales —contestó entre risas.

Después de eso, fue y se sentó en la computadora para jugar a Los Sims como había hecho la otra vez. Busqué mi teléfono, el cual lo había dejado descansando en la mesa de noche, y me puse a escuchar música. Para cuando había terminado de escuchar varias de mis canciones favoritas, mayoritariamente eran Madonna, me puse a pensar y se me vino una idea a la mente, una idea que yo consideraba inofensiva, una idea que hasta ese momento no lo había pensado, una idea que nos traería problemas. Escribir un mensaje de texto.