martes, 27 de marzo de 2012

Capítulo 2 — Softbol — Parte 3.

Amy no se movió.

Otro silencio.

—¿Sigues siendo nuestra amiga?

Esa pregunta la tomó desapercibida, por lo que levantó la cabeza, sonrió ampliamente sin despegar los labios y asintió.

Drew también dejó mostrar una sonrisa suya.

Esa pregunta me reconfortó. Saber que Amy seguía de nuestro lado, por así decirlo, era una buena señal.

—Llegamos, señorita —anunció Hank, el chofer.

—¿A dónde llegamos? —me preguntó Drew.

Bajamos del auto.

—¿Mi casa?



Amy tocó el timbre, pero Drew tomó sus llaves, la apartó y abió la puerta.

Dentro estaban mi mamá y la mamá de Drew sentadas en los sillones de la sala, charlando.

—Hola, chicos —saludó mi mamá.

—Hola, ma —contesté.

—Ah, hola, Amy —la saludó también.

—Hola, señora Anderson —contestó educadamente, como siempre.

Otra cosa para comentar, es que mi madre siempre mantuvo una especia de distancia con ella. No como con Drew, simplemente que ella no le agradaba y Amy no se hacía problema por eso.

—¿Qué hacen aquí tan temprano chicos? —nos preguntó la madre de Drew.

—Eh…

Los dos la miramos a Amy que estaba detrás de nosotros, exigiendo una respuesta, creyendo que éste era el momento.

Su cara no era la de antes. Me refiero a que no estaba siempre con ese aire de tranquilidad, o superioridad, ¿me explico? Seguía como preocupada, desesperada, inquieta.

La miré a mi madre, quien miró fijamente a mi amiga en cara de súplica. Pude jurar que ella asintió en respuesta.

—No… —susurró mi mamá.

Amy bajó la cabeza.

—¿Qué sucede, Zelma? —le preguntó la madre de Drew a la mía.

—Llegó el momento.

—¿Ahora? ¿Estás segura?

—Pregúntale a ella —dijo señalando con la cabeza a Amy.

—¿Es cierto? —le preguntó.

Hubo un silecio.

—Sí.

Esto me estaba poniendo nervioso. Hablan en frente nuestro, sabiendo que no tenemos ni la más mínima idea de que significaba todo eso, como si no estuviéramos. Drew no estaba mucho mejor, porque fue el primero en interrumpir.

—¿Qué cosa? —dijo con la voz un poco fuerte.

—¡Oh, cariño! —sollozó la mamá y lo abrazó mientras mi amigo estaba con las cejas fruncidas.

—¿Qué sucede? —le pregunté a mi madre confundido, exigiendo una respuesta lógica.

Me abrazó con fuerza.

—¿Cuánto tiempo nos queda? —le preguntó a Amy.

¿Tiempo? ¿Nos queda? ¿Qué? Sigo aquí, ¿por qué no contestan? ¿Por qué Amy se comportaba tan rara, sin nombrar el numerito que hizo en la hora de gimnasia? ¿Por qué nuestras madres estaban tan... dolidas, o lo que sea? No es tan difícil, sólo díganlo. Por lo que veo, debe ser: o están todos locos y nos quieren hacer una broma para televisión o realmente sucede algo raro… me quedo con la broma para la TV.

—¿Esto es una broma? —pregunté, pero como si ya se hubiese vuelto costumbre, no me prestaban atención.

—No mucho… o eso creo —dudó Amy mirando al suelo—. Sugiero llevarlos ahora, lo más pronto posible.

—No… por favor ahora no —rogó mi madre.

—¡¿Alguien quiere contestarme?!

Con ese volumen de mi voz, que me salió un poco más fuerte de lo que esperaba, logré llamar la atención.

—Logan… Amy te explicará todo, te lo prometo. Todo saldrá bien —me prometió mi madre.

—¿Qué es lo que saldrá bien? No me digas que Amy me lo dirá porque estoy así desde hace un rato.

—Por favor Logan, siempre supe que eras un chico especial, aunque todos los días rogaba con que no fuese así, que nunca llegaría este momento. Pero he de afrontar los hechos. Hijo, te amo —y con esa palabra me abrazó con todas sus fuerzas.

Eso me calmó un poco… creo. Mejor dicho, me ablandó. Seguía demasiado confundido.

—Oh, no —murmuró Amy.

—¿Qué sucede? —se envaró mi mamá seguida de la señora León.

—Tenemos que irnos, ahora.

Eso quebró a mi madre y se largó a llorar.

Esto ya se había hecho rutina, que nadie me diga nada. Amy hace volar a mi amigo por los aires, por alguna razón nuestras madres entienden a la psicópata de mi amiga, en cambio Drew y yo: cero.

—Hank está a fuera esperándonos. Debemos irnos —anunció Amy.

—Eso significa que… —comenzó la mamá de Drew.

—… sí, los encontraron —concluyó la mía.

—¿Quiénes? —preguntó Drew.

—Rápido, chicos, deben irse. Están en peligro, Amy los ayudará tanto como pueda, y por favor, escúchenla. Vayan.

Y sin más remedio, seguimos a Amy que ya había atravesado la entrada y estaba fuera de la limusina esperándonos con la puerta abierta, impaciente.

Drew entró, pero yo dudé por un momento y miré una vez más a mi casa sin saber que sería la última en un largo tiempo. Y sin más, palpé mis bolsillos comprobando si llevaba conmigo mi teléfono y así era. Agaché la cabeza y metí una pierna seguida del resto de mi cuerpo.

Drew estaba a mi lado y nos miramos.

—¿Sabes algo de esto? —me preguntó.

—Ni idea, amigo.

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