Capítulo 1 — Comienzos — Parte 2.

—¡Hola, cariño! —saludó la mamá de Drew.

—¿Mamá? —preguntó Drew sorprendido y mirando para todos lados rogando que nadie los haya visto.

—¿Quieren que los lleve? —nos preguntó.

Caminar o ir en una fabulosa camioneta con aire acondicionado, y cuando al pasar, causar envidia en los demás…

—¡Claro! —grité y me colé por la puerta antes que Drew.

Al cerrar la puerta sólo se escucha el leve sonido que hace un auto nuevo y en perfecto estado cuando se cierra.

En el interior estaba más que agradable. Cuando me quité de encima mi mochila me acomodé en aquel asombroso asiento. Pero Drew, de lo acostumbrado que está, ya que tiene como diez autos, solamente se limitó a decir:

—¿Qué haces, mamá?

Al parecer se sintió ofendida.

—¿Qué? ¿No puedo ir al encuentro de mi hijo y su mejor amigo?

Él puso los ojos en blanco...

—Sí, si puedes. Pero… —miró por la ventanilla— ¿podrías contenerte al menos un poco frente a todos?

Suspiró.

—De acuerdo, está bien —y llevó su vista hacia mí—. ¿Cómo te va, Logan?

—Estupendo, señora León. Gracias por esto.

—Oh, no es nada. Era venir a por ustedes o quedarme en casa leyendo un libro o algo por el estilo.

Sonreí. Aquella señora siempre me cayó bien y me sentía cómodo en su presencia.

—Ma —dijo Drew—, llegaremos tarde.

—¡Oh! Lo siento —y pisó el acelerador.

Cuando llegamos pudimos ver que los demás recién estaban por la otra esquina. Subimos los pocos escalones que había para llegar a la puerta. A un paso de entrar le recordé a Drew sobre las mochilas, que las habíamos dejado en su camioneta. Por suerte la mamá no se había ido, estaba hablando con alguien por la ventanilla, aunque desde nuestro punto de vista no podíamos ver a esa persona.

Drew frunció el ceño.

—¿Con quién está hablando mi mamá?

Me encogí de hombros.

Sigilosamente, fue por detrás de su vehículo con la cabeza baja y no sé por qué yo también hice lo mismo. Ni siquiera es mi madre.

Drew echó un vistazo y puso cara de extrañado.

—¿Quién es?

—Amy.

—Ah —dije yo, y salí de por detrás y pregunté—: ¿Qué haces aquí, Amy?

Las dos se giraron hacia mí sobresaltadas. Y por detrás de mí salió Drew.

—¿Qué? ¿Pero? ¿No estaban ya dentro yendo hacia el gimnasio? —preguntó Amy.

—Sí pero nos olvidamos… —comencé a decir.

—¿No te ibas ya a tu casa? —preguntó Drew.

—Oh, sí, pero le pedí a Hank que me trajera aquí para preguntarles algo, pero como ustedes no estaban entrando y vi a tu mamá…

No soy tan crédulo, pero si eso era una mentira no se notó. Porque mentir se le da bien.

—Ah —dijo Drew—. Entonces ¿qué querías preguntarnos?

La cara de Amy empalideció. Sí, esto definitivamente era un engaño, pero mi amigo se lo creyó.

—Sólo quería preguntarte, Drew —dijo la mamá—, que si debía llevar traje de baño para esta tarde.

—Sí, es exactamente eso —convino Amy.

—Ah, sí. Estaremos en la piscina —dijo Drew con una sonrisa.

—Ya, Drew, tenemos que ir a clase —recordé—. Si llegamos tarde nos pondrán ausente.

—Uh, cierto. Nos vemos, Amy —saludó mi amigo—. Adiós, mamá.

—Adiós.

Subiendo de nuevo las escaleras, no noté ningún gesto de preocupación en mi amigo por la gran farsa de Amy. Bueno, farsa para mí. Aunque si era así, ¿qué se trae Amy entre manos?

Lo dejé pasar. Ni sé por qué me preocupé por eso.

—Buenas tardes, chicos —nos saludó el profesor.

Luego del bendito calentamiento, y el calor no ayudaba mucho que digamos, el profesor nos dejó descansar un momento y nos preguntó:

—Alumnos, ¿quieren hacer algún deporte?

Y comenzaron a oírse murmullos de excitación por todos.

—De acuerdo, ¿qué quieren?

Esa pregunta tuvo el mismo resultado que la anterior, con la diferencia de que ahora luchaban por obtener la aprobación del profesor.

—¡Futbol! —gritó alguien.

—¡Hockey!

—¡Basquet!

—¡Softbol!

—¡Quemados!

Y así continuaron todos hasta que comenzó a intentar calmar a todos.

—Está bien, está bien.

Silencio.

—Hoy tengo ganas de hacer un partido amistoso de Softbool, así que pónganse uno al lado del otro que los nombraré —y comenzó a hacerlo—. Stanly, equipo 1. Oswald, equipo 2 —luego de varios más llegó a mí—. Anderson, equipo 1. Johnson, equipo 2. León, equipo 1.

Bien. Drew y yo estábamos en el mismo equipo, el uno.

—Logan —me gritó el profe—, bateas primero. ¿Qué esperas?

No soy el mejor jugador que tiene mi equipo, digamos así, pero el correr se me da bien. Y por suerte eso me ha servido a lo largo de mi vida. Ya sabes, correr cuando matones quieren aprovecharse de mí… esas cosas.

Y en el equipo dos, Jake.

Seguro te preguntarás por qué lo nombro a él, y si no es así pregúntatelo. Él es mi némesis. Bueno, enemigo si te parece mejor. Siempre fuimos rivales, desde segundo de primaria hasta ahora, segundo de secundaria. No sé con exactitud por qué tenemos ésta relación, pero desde que comencé a conocerlo mejor, le hice la cruz. Se cree el centro del universo, que todo gira alrededor de él. Y la verdad es que prácticamente todo el mundo lo detesta, hasta algunos de sus propios amigos, pero los muy genios no se alejan de él por: opción a) le tienen miedo. Opción b) creen que si están con él son gente más importante. Yo qué sé.

En fin, una de las únicas razones, mejor dicho la única, por la que me gusta esta materia, es por el hecho de que, si tenemos la suerte de ganar, podemos darnos el placer de festejar y restregarles la victoria al equipo perdedor. Claro está que yo lo hago especialmente hacia Jake.

—De acuerdo, muchachos —dijo alzando la voz—. Quiero un juego limpio, nada de cubrir, golpear o correr antes de tiempo, ¿entendido?

Luego de haber aclarado sopló su silbato.

—¡A jugar!