Amy iba sentada en el asiento del copiloto y estaba discutiendo con Hank, el chofer. ¿De qué? No preguntes, porque por el vidrio que nos divide no me permitía oír nada.
¿A dónde íbamos? ¿De qué peligro estamos corriendo? O al menos eso es lo que entendí. La limusina tenía mucho espacio, por lo que Drew se pasó a la fila de asientos de en frente y se recostó, no lo noté más raro de lo normal.
Luego de unos minutos —abrán sido unos quince o veinte— miré al techo. Tenía una abertura con un vidrio polarizado de un negro idéntico al interior del vehículo.
Me levanté del asiento, lo abrí y saqué la cabeza. Fuera hacía calor y el sol quemaba mi piel luego de unos segundos de exponerla.